:: Historia de una mirada canchera ::


La última vez que lo vi tenía esa miradita canchera, falsa. Mirándome con los ojos entrecerrados, como desde lejos. Yo sé que con alguna cara le respondí, probablemente esa sobreactuada mordiéndome el labio inferior y revoleando los ojos para arriba. Sospecho que debo haber tenido las manos en la cintura como una comadrona.

Después, me dí la media vuelta con demasiada energía, con el cabello suelto acompañando mi movimiento -que me chicoteó en la mejilla, pero me hice la tonta- y caminé al patio con la frente demasiado alta. Él con las manos demasiado metidas en los bolsillos y su andar hacia la vereda demasiado masculino “tengo las bolas pesadas, camino como walker texas ranger”.

Tan inflado todo, tan poco creíble para un adulto. Claro, los “grandes” se reían y nosotros realmente la estábamos pasando muy mal y estábamos aprendiendo a expresarlo. Pareciera que las primeras pasiones son de vida o muerte. Ellos se creían que cuando éramos niños estábamos actuando, exagerando las emociones que los "grandes" creen actuar mejor. “Mirala, mirala como le habla” “Jajjaja, qué enterada te salió”. Ese día los odié. Metidos. Maleducados. Nos señalaron como monitos de circo. Qué papelón.

Ahora lo vuelvo a ver. Ahora ya somos "grandes". Su hijo cree impactar al público cantando en Inglés con 3 años. En la mesa se ríen y él no sabe qué es lo gracioso. Entonces frena. “Dale, dale... ¡Nos encanta lo bien que cantás en inglés! ¡Seguí, seguí!” Su hijo lo mira con ojos confundidos, sigue con la actuación pero no sabe por qué le está dando vergüenza. Él lo mira con esa miradita canchera, falsa, de ojitos entrecerrados, esa que fue puliendo con los años. “Cantás mejor que Mick Jagger vos”, le dice. El niño sonríe tímido. Todavía le cree. Todavía.

Me miro y estoy con las manos en al cintura y mordiéndome el labio inferior. Me doy la media vuelta más despacio, ya aprendí que mi melena acompaña el movimiento y el pelo puede golpearme la cara.