:: Historia del pájaro en mano y los 100 volando II ::



"El pájaro... ¿en mano o volando?"...


Los dilemas no siempre se resuelven de manera defitiva. Vuelven enmascarados, persisten.
Las decisiones no se cierran, muestran sus efectos, sus fisuras y hay que volver a tomarlas una y otra vez. Pareciera que la incertidumbre gana cancha en el simple acto de pensar, hablar.

El pájaro en mano tiene su jaula y su cuota de alimento cada día a eso de las 13hs. Reconoce los olores de la casa, los sonidos. Los 100 pájaros volando saben que al volar sentirán el viento en su cara, confían en que las estaciones los va a encontrar cada año en lugares pautados y que habrán suficientes provisiones para sus nidos, casas nómades.

Cada uno, a su tiempo, olvida las opciones posibles de vida. Cada uno, en su forma de vida rutinaria, busca cierta seguridad. Así que pareciera que los dilemas se inventan, llegan sin avisar, se contagian, sorprenden, pegan o pasan sin hacer ruido.

El que escapa, el que cierra los ojos y salta, el que aguanta, el que ignora, el que se sacude, cuestiona, agita, maldice lo inmodificable y hasta el que sigue en la rutina haciéndose el boludo está haciendo algo. Y un día puede detenerse y mutar. Y empieza a hacer otra cosa, decide.

Porque mutar es estar vivo. Y cambiar de parecer también.
Así que el pájaro en mano ya eligió. No sabemos si se quedará en la jaula o volará con los otros 100. Pero eligió. Porque la jaula era de duda, de cobardía. La jaula es la decisión tibia, el nosé.


"¡Vamos Pipí!, ¿qué vas a hacer?", se dijo.
Pipí en un segundo lo supo. Y eligió. A partir de ahí se sintió libre...


¿Cuánto durará sin un nuevo dilema que lo acorrale?

:: Historia del pájaro en mano y los cien volando ::


"Más vale pájaro en mano que cien volando". Qué pelotudez, piensa. Los cien pájaros volando en un movimiento coordinado, comunicándose andá a saber de qué manera de repente deciden hacer piruetas y en una perfecta decisión conjunta e instantánea tapan el sol de su vista con siluetas negras y alas que le hacen pestañar. Fascinada con lo impredecible de ese vuelo lo sigue con su vista, sus pupilas abren y cierran en milimétricos movimientos coordinados. Y así, danzando pájaros y pupilas las mejillas de nuestra amiga se humedecen, el corazón entusiasmado bombea sangre recordando su trabajo constante y fiel.


Y el otro pájaro, pobrecito, en la mano, agonizante de dolor en su instinto. Le van a cortar un poco las plumas para que no pueda volar y tendrá nombre, comida, techo, calorcito, aprenderá a responder a estímulos, alguna que otra vez lo defenderán de los gatos... cuando se enferme de calentura tal vez le traigan una novia con nombre, jaula, alas cortas y barriga llena. Harán un pobre espectáculo de su instinto ahogado por rejas. Sentirán el placer real, cierto. Sentirán la vida como esa trompada al cuerpo estremecido. Sentirán que tanta comodidad y una vida protegida de sorpresas se resiste gracias al registro de esos momentos reales, sorprendentes.


Tal vez enferme de calentura más seguido nuestro pájaro en mano. Tenga su cuota de vida controlada, cuidada y claro, a los 100 volando le pasaron cosas. Algunos se ahogaron con bolsas plásticas, fueron cazados por focas, murieron de hambre, dejaron descendencia y la abandonaron, fueron inmortalizados en fotografías o terminaron su vida sin nombre, ni techo, ni cuidados.


Así que tal vez si al pájaro en mano le dan a elegir opte por la comodidad de la jaula a esta altura. Hay que tener coraje para arriesgarse a tantas sorpresas, tanto dolor, tanta soledad. Su dueño sufriría sin su canto en la mañana, le gustan las semillas de zapallo que con tanto amor le selecciona... Aunque algo raro siente cada vez que abren la puertita de la jaula, en un reflejo instantáneo se acerca corriendo y lo empujan hacia adentro "andá a dentro Pipí, que te estoy cambiando el agua, dale pues"


¿Y si su dueño olvida cerrar la puertita de la jaula un día?

Qué lindo dilema tendrás que resolver, "Pipí".

:: Unas y unos ::


Unas piernas en alto y un primer mate después de un día largo.
Una panza sosteniendo el control remoto en el sofá y un plato de pizza fría.
Una cabellera revuelta durmiendo sobre un hombro maternal a pesar de que unos primos siguen corriendo en el patio.
Un animal cansado que da la última vuelta para acostarse en su rincón.
Un cuello reconociendo su almohada al amanecer después de escuchar cómo caían los zapatos a los pies de la cama.
Un suspiro de alguien que tira las llaves del auto en la mesita y se afloja la corbata.
Una cara relajándose al sentir el agua tibia de la ducha.
Una sonrisa que huele las tostadas de su mamá.
Una cabellera que se libera de 8 clips y se lanza hacia la espalda.
Una carcajada que descontractura una semana de llanto.
Unas manos que se liberan de una carpeta que no hay que estudiar más.
Una nariz que huele la libertad de correr sobre el pasto.
Unos ojos que se refriegan para humectarse después de terminar un lindo capítulo.
Un poco de paz.

:: Dicen que te dicen cosas ::


Dicen que a la que le gusta el barbudo con morral después lo quiere afeitar y que se ponga traje para su nuevo trabajo en Movistar. Y la que se enamora de un ingeniero limpiecito y de camisa dentro del lompa después quiere que ande de melena larga y sweaters comprados en la plaza de Tilcara.

También que a los que le gusta la mina simple sin maquillaje y zapatillas después se queja porque siempre hace el misionero y que está por dedicarse a ver porno y hacerse la paja pues tiene una bolsa de agua caliente como novia. Que la mina de taco aguja y pestaña postiza siempre estará en pose y que nunca podrás verla relajada con un remerón y sin ñocorpi.

Dicen que los hombres buscan minas trolas para una noche y que las prefieren inocentonas para entregarles su corazón así ella lo sabe cuidar como una madre santa. Dicen, también, que con las inocentonas no cumplirán sus fantasías y que estarán destinados a la culpa, pues no dejarán de ratonerase con cualquier culo que pase. Dicen que hay afortunados que se enganchan con el minón que les cocina y después se calza el portaliga. Dicen que esas parejas perfectas son sospechosas y que si se escarba bien sale la mugre.

Dicen que "la mina bien" es frígida, que la divertida y liberal no es de confiar, que las muy inteligentes son complicadas, que las pendejitas están ricas pero después hacen tonteras con tal de que vayas un domingo a comer con los padres. Que las maduras quieren un hijo -que hay que tener ojo con eso-, que las jovatas están de vuelta, se bancan que las llames 4am para coger y que son gauchitas.

Dicen que los hombres sólo quieren ponerla y que te escuchan tu apreciación sobre el estructuralismo para después saber si tenés tanta teoría y cancha para chuparles la poronga. Que las minas quieren ser amadas, quieren deslumbrarte, engancharte, para después decirte que no, que quieren estar solas e irse a Brasil con las amigas a vivir la juventud y "que la sigas chupando".

Dicen que hay liberación sexual. Dicen que ahora todos quieren ser independientes. Dicen que todos tienen que tener muchos orgasmos, muchos viajes, muchas anécdotas, cursos, idiomas, agendas, todo, todo, rápido, ya, ahora, no te espero, no me servís, rajá de acá, que pase el que sigue, vamos, vamos a apurarse que se acaba el mundo, me queda poco tiempo, quiero más, más, plata, carteras, auto, pitos, tetas, pelo brillante, título, nada me basta, no me satisface esto, quiero mejorar, subir, quiero reconocimiento, no me pises, no te entiendo, no me importa, no, solito mejor, más simple.

Dicen que la sociedad evoluciona. Eso dicen...




:: Dos historias en el Circo ::

El escenario es de lo más simple:
Un galpón a oscuras con luces de colores y música fuerte.
El trago sale caro, tiene mucho hielo, es en vaso de plástico y para que te lo den tenés que esperar respirando cerca de gente desconocida, sudadada, nucas extrañas que vistas muy de cerca parecen de plastilina, de pollo hervido, de cuero ordinario con pelos crispados...
En eso pensaba nuestra amiga. Parada mirando a las chicas forzando con gritos una actitud de diversión, chequeando cada par de ojos que pasa cerca suyo para encontrarse con miradas furtivas, borrachas, ciegas, inquisidoras, bailando un poco canciones que mañana no recordará. Con tanta gente cerca y tanto ruido la Soledad es sólo el nombre de una chica que está por serle infiel al novio a 6 metros de nuestra amiga.
Así que lo decide, empina el vaso, termina el juguito de gomibaya, se queda con un hielo en la boca y mientras lo mastica avanza. Se entrega a la marea, transita por las corrientes cálidas de gente que da vueltas buscando otra gente que busca otra y otra y otra...
No sabe por qué mira, no entiende por qué la miran. En un momento caminando tras esa marea de gente recuerda el tren carioca del casamiento de su prima y su taco roto. Por primera vez en la noche sonríe.

Él se siente culpable. Mira el su celular a cada rato. No le responden y está quedando como el típico borracho que 4am manda mensajes mal tipeados, bobos. Piensa en irse pero le acercan otro trago y se lo toma rápido como si con ese gesto la noche terminara antes. Todas, por momentos, le parecen feas, conchas histéricas, difíciles y no por eso atractivas. Después piensa que les daría a todas, se calienta. Siente que vibra el celular en su mano. Ni en ese momento la noche ya le entusiasma. La respuesta era la típica. Esa noche ni va a mirar porno. Tal vez se coma una hamburguesa a la vuelta. Así que nuestro amigo, ya aburrido, piensa si le queda plata para comer algo hasta que alguien comenta algo sobre el culo de una mina y sonríe. Por última vez en la noche nuestro amigo sonríe mientras nuestra amiga sonríe por primera vez.

El Circo de la diversión dio otra vez resultado. Nuestros amigos han sonreído.
En otro lado no hay nucas de plastilina, conchas histéricas, mareas de gente, mensajes de texto pedorros, trencitos cariocas y chistes de culo.
En el Circo, sólo en el Circo.

:: Historia de un pororó ::


Miraba con ojitos chispeantes la conversación, estaba divertida. Como un cachorrito, con las orejitas atentas -si hubiese tenido colita, más obvia su alegría-

Ella quería participar pero hoy tenía una timidez molesta. Quería meter la cuchara, hasta tomaba aire para decir algo y cómo iba tan rápido la charla... nada. No encontraba el momento.

No quería quedarse como expectadora sin decir nada. Pero lo único que salía de su hocico de cachorrona era "ahá... sí... claro... de una". Se sentía una tonta (hasta medio lamebotas)

Hasta que alguien hizo una pregunta. Nadie sabía la respuesta. Ella sí.
Al fin.
La miraron, la tomaron en cuenta, salió del anonimato. Dijo:

-Yo sí sé por qué explotan.
-¿En serio?
-Ahá, de una... -otra vez la cara de cachorro, se sonroja y continúa: - Y es que el maíz tiene una gotita de agua dentro, por eso al entrar en calor hierve y explota el pororó.
-¡Mirá vos!

Le latía el corazón rápido y lo sabía. Por suerte ya no la miraban. Sospechaba que el color de sus cachetes eran bochornosos.