:: Historia del pájaro en mano y los cien volando ::


"Más vale pájaro en mano que cien volando". Qué pelotudez, piensa. Los cien pájaros volando en un movimiento coordinado, comunicándose andá a saber de qué manera de repente deciden hacer piruetas y en una perfecta decisión conjunta e instantánea tapan el sol de su vista con siluetas negras y alas que le hacen pestañar. Fascinada con lo impredecible de ese vuelo lo sigue con su vista, sus pupilas abren y cierran en milimétricos movimientos coordinados. Y así, danzando pájaros y pupilas las mejillas de nuestra amiga se humedecen, el corazón entusiasmado bombea sangre recordando su trabajo constante y fiel.


Y el otro pájaro, pobrecito, en la mano, agonizante de dolor en su instinto. Le van a cortar un poco las plumas para que no pueda volar y tendrá nombre, comida, techo, calorcito, aprenderá a responder a estímulos, alguna que otra vez lo defenderán de los gatos... cuando se enferme de calentura tal vez le traigan una novia con nombre, jaula, alas cortas y barriga llena. Harán un pobre espectáculo de su instinto ahogado por rejas. Sentirán el placer real, cierto. Sentirán la vida como esa trompada al cuerpo estremecido. Sentirán que tanta comodidad y una vida protegida de sorpresas se resiste gracias al registro de esos momentos reales, sorprendentes.


Tal vez enferme de calentura más seguido nuestro pájaro en mano. Tenga su cuota de vida controlada, cuidada y claro, a los 100 volando le pasaron cosas. Algunos se ahogaron con bolsas plásticas, fueron cazados por focas, murieron de hambre, dejaron descendencia y la abandonaron, fueron inmortalizados en fotografías o terminaron su vida sin nombre, ni techo, ni cuidados.


Así que tal vez si al pájaro en mano le dan a elegir opte por la comodidad de la jaula a esta altura. Hay que tener coraje para arriesgarse a tantas sorpresas, tanto dolor, tanta soledad. Su dueño sufriría sin su canto en la mañana, le gustan las semillas de zapallo que con tanto amor le selecciona... Aunque algo raro siente cada vez que abren la puertita de la jaula, en un reflejo instantáneo se acerca corriendo y lo empujan hacia adentro "andá a dentro Pipí, que te estoy cambiando el agua, dale pues"


¿Y si su dueño olvida cerrar la puertita de la jaula un día?

Qué lindo dilema tendrás que resolver, "Pipí".

No hay comentarios: